Un amor con fecha de caducidad
Por Alicia Misrahi Página web: www.aliciamisrahi.com
A veces los amantes retornan a la mente después de unos
cuantos años. He vuelto a pensar en D., mi
primer amor de una noche, al leer una noticia que dice que las mujeres
disfrutan menos del sexo casual que
los hombres. Refleja un estudio
realizado por la Universidad de Durham que revela que el 80% de los hombres
afirman que después de una sesión de sexo de una noche se sienten muy a gusto,
frente al 54% de mujeres que
declaran que las relaciones sexuales esporádicas han sido satisfactorias.
Otro estudio parecido de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega ha descubierto que 2 de cada 3 mujeres se arrepienten de su último encuentro sexual ocasional.
Chicas, por favor, ¡pongámonos las pilas! (y no sólo las de los vibradores, que también va bien…). Si se hace sexo ocasional o rápido (o sosegado o improvisado o a los cinco minutos de conocerse), hay que hacerlo bien, a conciencia, y sin lamentarse luego…
D. era un hombre alto y robusto, con anchos hombros y un torso
espectacular, con esos tres o cuatro kilos de más que hacen a los hombres tan comestibles y achuchables. Era
atractivo (y lo seguirá siendo, pero hace diez años que no sé nada de él), pero
no guapo. Iba a casarse pronto y entretenía las noches y la renuncia a estar
con otra mujer que no fuera la suya buscando conquistas, besos y suspiros de
placer. Se había prometido a sí mismo ser fiel cuando se casara. De alguna
forma, se las arregló para decirme, de una forma delicada, que pasara lo que
pasara entre nosotros no nos volveríamos
a ver. Y me pareció bien.
Nos sedujimos mutuamente, entre risas y bromas y una
conversación interesante.
Fuimos a su casa y continuamos hablando, abrazados en el
sofá. De vez en cuando me daba besos delicados, a veces sensuales. Me recosté
sobre él y nos mimamos. Él era todo
ternura.
De vez en cuando, me incorporaba un poco para mirarle a los
ojos, para disfrutar de su mandíbula varonil, para ver su ser.
-Me miras con cariño –dijo, algo extrañado, mientras me
apartaba de la cara un rizo rebelde.
-Es que esta es una historia de amor de verdad con fecha de
caducidad –repuse.
Nos reímos y nos miramos los dos con dulzura. Nos
amamos desde ese mismo instante.
Me llevó a la cama de la mano y me desnudó lentamente. Quise besarle y abrazarle, pero me pidió que me tendiera boca abajo y empezó a darme un masaje. Creo que usó aceite de almendras aromatizado con rosas. Sus manos eran suaves y ágiles y me relajaban y excitaban a la vez, dedos revoltosos que descendían fugazmente por mis flancos para volver a encaramarse a mi espalda tras pulsar algunos resortes de placer.
Entre los dos todo fue muy natural. Nos dejamos llevar por las neblinas del deseo de madrugada, perezoso y urgente, y fuimos felices y libres en caricias y en un lento demorar de los cuerpos hacia el deleite. Nos sumergimos el uno en el otro, sólo piel, sólo sentidos.
Me llevó a la cama de la mano y me desnudó lentamente. Quise besarle y abrazarle, pero me pidió que me tendiera boca abajo y empezó a darme un masaje. Creo que usó aceite de almendras aromatizado con rosas. Sus manos eran suaves y ágiles y me relajaban y excitaban a la vez, dedos revoltosos que descendían fugazmente por mis flancos para volver a encaramarse a mi espalda tras pulsar algunos resortes de placer.
Entre los dos todo fue muy natural. Nos dejamos llevar por las neblinas del deseo de madrugada, perezoso y urgente, y fuimos felices y libres en caricias y en un lento demorar de los cuerpos hacia el deleite. Nos sumergimos el uno en el otro, sólo piel, sólo sentidos.
Dormimos abrazados. Al día siguiente, mientras él todavía
dormía, me duché y me fui. Susurré tan bajito como nuestra caricia más leve:
“Adiós, mi amor verdadero con fecha de
caducidad”. No he vuelto a saber nada de él. Todavía tengo su número de
teléfono en la memoria de mi móvil, nunca lo he usado. Es una historia de amor
que guardo como un tesoro entre mis recuerdos. Quizá el amor eterno es el que
se sabe despedir a tiempo.
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