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sábado, 5 de mayo de 2018

Yo me rebelo

Yo me rebelo. Como tras cuatro años de intentar gastar lo menos posible y encontrar trabajo de lo que sea sigo con el mismo trabajo cutre de traductora explotada que no llega ni a mediados de mes, dedicaré mi energía a escribir mis libros, mis artículos, mis poesías o a lo que en ese momento me venga en gana.

Yo me rebelo. A partir de ahora viviré (aun más) como quiera, sin obligarme a nada por nadie, que todo el mundo vuele libre y haga lo que desee.

Yo me rebelo. Si no me apetece, no saldré de casa. Que venga a verme quien quiera. Es bien recibido.


Yo me rebelo. Como no puedo limpiar porque me encuentro fatal por mis tres crónicas (depresión, migraña y fibromialgia), haré lo que pueda y me apetezca. Al que no le parezca bien que no aparezca por mi casa o que traiga una escoba.

Yo me rebelo. Me enroco en mi casa, de alquiler, hasta que vengan a desahuciarme. Pagaré todo lo que pueda, incluso con mis tarjetas de crédito (es ridículo, estoy en la miseria, gano una mierda y no paran de aumentarme el crédito).

Yo me rebelo. Debo ocho mil euros, la mayoría los he malgastado en sobrevivir, excepto lo invertido en el Yo me largo tour (40 días por Europa con mi furgo y Nika, mi boyero de Berna).

Yo me rebelo. El que quiera juzgarme por haberme gastado parte de mi crédito en Vivir en lugar de en sobrevivir con ansiedad y angustia, por mí puede hacerlo. Me la pela.

Yo me rebelo. “Al fin y al cabo nada os debo, debéisme cuanto he escrito”. Algunas editoriales y revistas, literalmente.

Yo me rebelo. No aspiro a que nadie me entienda -salvo algunos de mis amigos-; no voy a dar más explicaciones.

Yo me rebelo, si me apetece en ese momento dar explicaciones, las daré. Y no sabéis cuán voluble puedo ser (no lo sé ni yo misma…).

Yo me rebelo. No pienso complacer a nadie para que se sienta mejor (hace años que no hago nada por quedar bien).

Yo me rebelo. Tampoco voy a disimular más que estoy hecha una mierda. Si no os gusta mi compañía, a mí tampoco me gusta la vuestra.

Yo me rebelo. Pienso aparcar, progresivamente y a medida que pueda, mis sentimientos de culpabilidad. (Nota para mí misma: insisto en lo de progresivamente porque, si no, acabaré sintiéndome culpable por sentirme culpable. Ay dios, que alguien me desconecte de mi mente por unas horas).


Yo me rebelo. No pienso comer más garbanzos. Los odio. Los bienintencionados dadles vuestros garbanzos secos a otro y que gaste una fortuna para dejarlos mínimamente blandos.

Yo me rebelo. Me da igual que este escrito sea interesante o legible o lo lea alguien. Lo escribo para mí y lo cuelgo en este lugar en el que tengo total libertad de expresión.

Yo me rebelo. No acepto muchas leyes porque son injustas. Yo decidiré cuáles cumplo para no acabar en la cárcel.

Yo me rebelo. No pienso salir para ver a nadie. El que quiera saber de mí ya sabe mi número de teléfono y dónde está mi casa.

Yo me rebelo. No voy a salir. Espero encontrar un teletabaco porque, si no, tendré que dejar de fumar. También me vendría bien un teledentista, pero tiene que traer una terminal de pago con tarjeta.

Yo me rebelo. No pienso salir de casa a no ser que sea para viajar (y sacar a Nika por la noche, con las calles desiertas).

Yo me rebelo. Ahora llevo una vida itinerante dentro de mi hogar, deambulo por diversos aposentos con el ordenador en ristre. Recemos para que no lo cambie por una semiautomática.

Yo me rebelo. Si cambiara el ordenador por un kalashnikov también saldría de casa.

Yo me rebelo. No poseo nada salvo a mí misma y mi talento. Que vengan a embargarme cuando toque, pero que sepáis que defenderé mi vieja furgo y mis compañeros animales con todas mis fuerzas.

Yo me rebelo. Si el sistema significa trabajar con miedo perenne de que te echen; agachar la cabeza; aceptar los recortes, públicos y empresariales, y las arbitrariedades de los jefes sin pestañear; sueldos de mierda; votar a los que nos han robado y nos siguen robando; vivir con miedo a todo y ajustarse el cinturón permanentemente, soy Antisistema.

Yo me rebelo. Incluso ante mí misma. Me guardo mi perfeccionismo a ultranza para mis escritos y dejaré que todo lo demás se vaya a la deriva, se pudra, se ensucie, se deprima, se caiga, se inunde, se cuartee, se rompa o haga lo que le parezca más conveniente. Todo menos yo.

Yo me rebelo. Escucharé, si me da por ahí, los consejos marcianos que todo el mundo tenga a bien darme, pero no pienso hacer caso a nadie. Si mi humor me lo permite diré: “Lo tendré en cuenta”.

Yo me rebelo. Si el humor no me acompaña, puedo ser una furia desatada ante la estupidez humana. ¡Que la suerte os acompañe a vosotros, aconsejadores!

Yo me rebelo. Para mí sólo tienen ya importancia los seres vivos que me han demostrado su amor y su solidaridad. Entre ellos mis gatos, mi perra, mis tomateras y mis geranios. Los de dos patas ya saben quienes son. Si alguien tiene dudas, que le pregunte al vecino.


Yo me rebelo. A pesar de que el sistema está haciendo todo lo posible para aniquilar a los que sobramos, seguiré Viviendo. Y lo haré a mi manera y con mis condiciones.

Yo me rebelo. Al que le dé risa este manifiesto, que ría o que llore o que se atragante.
Empecé a ser consciente de que soy una humorista nata cuando, a finales de 2009, ante la frase “Mi mejor amiga ha muerto, a mi agente la ha atropellado un autobús y a mi psiquiatra le ha dado una embolia”, el 90% de la gente se reía.

Yo me rebelo. Como he pasado un frío horrible este invierno para ahorrar electricidad, ahora mismo tengo el aire acondicionado puesto en mis dominios. ¡Con viento fresco!


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