Yo me rebelo. A partir de ahora viviré (aun más) como quiera, sin obligarme a nada por nadie, que todo el mundo vuele libre y haga lo que desee.
Yo me rebelo. Si no me apetece, no
saldré de casa. Que venga a verme quien quiera. Es bien recibido.
Yo me rebelo. Como no puedo limpiar
porque me encuentro fatal por mis tres crónicas (depresión, migraña
y fibromialgia), haré lo que pueda y me apetezca. Al que no le
parezca bien que no aparezca por mi casa o que traiga una escoba.
Yo me rebelo. Me enroco en mi casa, de
alquiler, hasta que vengan a desahuciarme. Pagaré todo lo que pueda,
incluso con mis tarjetas de crédito (es ridículo, estoy en la
miseria, gano una mierda y no paran de aumentarme el crédito).
Yo me rebelo. Debo ocho mil euros, la
mayoría los he malgastado en sobrevivir, excepto lo invertido en el
Yo me largo tour (40 días por Europa con mi furgo y Nika, mi boyero
de Berna).
Yo me rebelo. El que quiera juzgarme
por haberme gastado parte de mi crédito en Vivir en lugar de en
sobrevivir con ansiedad y angustia, por mí puede hacerlo. Me la
pela.
Yo me rebelo. “Al fin y al cabo nada
os debo, debéisme cuanto he escrito”. Algunas editoriales y
revistas, literalmente.
Yo me rebelo. No aspiro a que nadie me
entienda -salvo algunos de mis amigos-; no voy a dar más
explicaciones.
Yo me rebelo, si me apetece en ese
momento dar explicaciones, las daré. Y no sabéis cuán voluble
puedo ser (no lo sé ni yo misma…).
Yo me rebelo. No pienso complacer a
nadie para que se sienta mejor (hace años que no hago nada por
quedar bien).
Yo me rebelo. Tampoco voy a disimular
más que estoy hecha una mierda. Si no os gusta mi compañía, a mí
tampoco me gusta la vuestra.
Yo me rebelo. Pienso aparcar,
progresivamente y a medida que pueda, mis sentimientos de
culpabilidad. (Nota para mí misma: insisto en lo de progresivamente
porque, si no, acabaré sintiéndome culpable por sentirme culpable.
Ay dios, que alguien me desconecte de mi mente por unas horas).
Yo me rebelo. No pienso comer más
garbanzos. Los odio. Los bienintencionados dadles vuestros garbanzos
secos a otro y que gaste una fortuna para dejarlos mínimamente blandos.
Yo me rebelo. Me da igual que este
escrito sea interesante o legible o lo lea alguien. Lo escribo para
mí y lo cuelgo en este lugar en el que tengo total libertad de
expresión.
Yo me rebelo. No acepto muchas leyes
porque son injustas. Yo decidiré cuáles cumplo para no acabar en la
cárcel.
Yo me rebelo. No pienso salir para ver
a nadie. El que quiera saber de mí ya sabe mi número de teléfono y
dónde está mi casa.
Yo me rebelo. No voy a salir. Espero
encontrar un teletabaco porque, si no, tendré que dejar de fumar.
También me vendría bien un teledentista, pero tiene que traer una
terminal de pago con tarjeta.
Yo me rebelo. No pienso salir de casa a
no ser que sea para viajar (y sacar a Nika por la noche, con las
calles desiertas).
Yo me rebelo. Ahora llevo una vida
itinerante dentro de mi hogar, deambulo por diversos aposentos con el
ordenador en ristre. Recemos para que no lo cambie por una
semiautomática.
Yo me rebelo. Si cambiara el ordenador
por un kalashnikov también saldría de casa.
Yo me rebelo. No poseo nada salvo a mí
misma y mi talento. Que vengan a embargarme cuando toque, pero que
sepáis que defenderé mi vieja furgo y mis compañeros animales con
todas mis fuerzas.
Yo me rebelo. Si el sistema significa
trabajar con miedo perenne de que te echen; agachar la cabeza;
aceptar los recortes, públicos y empresariales, y las
arbitrariedades de los jefes sin pestañear; sueldos de mierda; votar
a los que nos han robado y nos siguen robando; vivir con miedo a todo
y ajustarse el cinturón permanentemente, soy Antisistema.
Yo me rebelo. Incluso ante mí misma.
Me guardo mi perfeccionismo a ultranza para mis escritos y dejaré
que todo lo demás se vaya a la deriva, se pudra, se ensucie, se
deprima, se caiga, se inunde, se cuartee, se rompa o haga lo que le
parezca más conveniente. Todo menos yo.
Yo me rebelo. Escucharé, si me da por
ahí, los consejos marcianos que todo el mundo tenga a bien darme,
pero no pienso hacer caso a nadie. Si mi humor me lo permite diré:
“Lo tendré en cuenta”.
Yo me rebelo. Si el humor no me
acompaña, puedo ser una furia desatada ante la estupidez humana.
¡Que la suerte os acompañe a vosotros, aconsejadores!
Yo me rebelo. Para mí sólo tienen ya
importancia los seres vivos que me han demostrado su amor y su
solidaridad. Entre ellos mis gatos, mi perra, mis tomateras y mis
geranios. Los de dos patas ya saben quienes son. Si alguien tiene
dudas, que le pregunte al vecino.
Yo me rebelo. A pesar de que el sistema
está haciendo todo lo posible para aniquilar a los que sobramos,
seguiré Viviendo. Y lo haré a mi manera y con mis condiciones.
Yo me rebelo. Al que le dé risa este
manifiesto, que ría o que llore o que se atragante.
Empecé a ser consciente de que soy una
humorista nata cuando, a finales de 2009, ante la frase “Mi mejor
amiga ha muerto, a mi agente la ha atropellado un autobús y a mi
psiquiatra le ha dado una embolia”, el 90% de la gente se reía.
Yo me rebelo. Como he pasado un frío
horrible este invierno para ahorrar electricidad, ahora mismo tengo
el aire acondicionado puesto en mis dominios. ¡Con viento fresco!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.