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lunes, 27 de junio de 2011

Una historia casi Zen

Una historia casi Zen (de todo a Zen, se entiende). Me provocó primero una sonrisa de suficiencia y, luego, una sonrisa crítica.



Con el cambio de horarios en Renfe, todos íbamos desorientados. Un pasajero anónimo y yo nos equivocamos, cada uno por su lado, de tren y nos fuimos a otro lugar.
En la estación en la que esperábamos un enlace a nuestro destino auténtico, una mujer, nerviosa, miraba cada dos minutos si el tren que había estacionado era el suyo. Sabía, por que lo había preguntado en las taquillas, que su tren pasaba a y 18 y que todavía faltaba media hora, pero no se fiaba.

El anónimo que se había equivocado de tren, un hombre con bastantes limitaciones cognitivas (o sea, un poco tonto para entendernos), había hablado con el maquinista que le reveló que nuestro tren salía dentro de veinte minutos. Se agarró a ese conocimiento y decía que el tren saldría a en punto porque si contaba veinte minutos desde que lo había preguntado, ésa era la hora.

Cada cinco minutos hablaba, para tranquilizarla, con la mujer que miraba cada dos minutos si ese tren era el suyo y le comunicaba el tiempo que faltaba para que el tren saliera según sus cuentas.

Ambos llegaron a la conclusión de que el otro era muy raro y no estaba muy bien de la cabeza.

La mujer poseía la información verdadera, pero no se la creía. El resultado era desazón y angustia.
El hombre limitadamente cognitivo poseía una información que él creía cierta. El resultado era tranquilidad.

¿Es tan importante saber cuál es la verdad? Si en algo bastante objetivo, como la hora a la que sale un tren, puede haber versiones totalmente distintas, ¿qué no ocurrirá con verdades más complicadas y subjetivas?

Y, sobre todo:
¿Es mejor vivir engañado pero feliz?¿Es mejor saber la verdad y vivir en la angustia de que no sea cierta porque reflexionamos y cuestionamos lo que nos rodea?
¿No vivimos en el engaño muchas veces porque nos resulta más cómodo y tranquilizador? No plantearse nada, seguir la corriente, seguir las normas, seguir la rutina, seguir...

Y, aun más,
Al preguntar "si es mejor" en los dos primeros supuestos, ¿nos referimos a la felicidad?, ¿es realmente lo más importante para nuestra vida conseguir felicidad o tranquilidad o estabilidad? ¿No es un planteamiento minimalista y limitador?
No sé, conseguí no perder el tren y no equivocarme de nuevo. Llegué a mi destino una hora más tarde tras haber disfrutado de una lectura interesante. Por unos momentos, a pesar de mi error, fui feliz por poder tener tiempo para leer.

2 comentarios:

  1. La sabiduría popular asocia la felicidad a la ignorancia y a la desmemoria, pero sin embargo algo dentro de nosotros nos impulsa a quere conocer la verdad. Yo pienso que una cierta ignorancia es necesaria para no agobiarnos por todo.

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  2. Yo también pienso que un equilibrio es la justa medida de la combinación conocimiento/ignorancia. Si no pudiéramos olvidar (¡qué sabia es la memoria selectiva) ni pudiéramos creernos que no sabemos, la humanidad estaría condenada a la extinción. Lo cual sería horrible, ¿o no? jajaja

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