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martes, 28 de junio de 2011

Sonrisa de ébano


Hay un hombre que me hace sonreír cada vez que me lo encuentro en el autobús. Es un Dios de ébano y quiere una cita.
Soy sólo un capricho y no voy a quedar con él, pero me inspira cada vez que me saluda, me sonríe e intenta quedar conmigo. Es un hombre coqueteo, un hombre que te hace levitar gran parte del día, un hombre romance sin cristalizar... ¿Para qué estropearlo quedando con él?

Si me dejara embrujar por su sonrisa, probablemente acabaríamos mal o peor. ¿Por qué todo tiene que tener un objetivo?, ¿por qué pensamos que cuando se inicia una relación tiene que evolucionar?

Él es mi café anímico de las mañanas, mi mermelada de seducción, un croissant relleno de chocolate de flirteo.
Si pudiera evitar que me viniera a la cabeza Ebony and Ivory, todo sería perfecto (hortera y previsible que es una).

Vive en mi barrio. Mi problema es que, fuera del autobús no le reconozco. Tengo una disfunción recognitiva que me impide identificar las características diferenciales de otras etnias, especialmente las diversas gradaciones marrones, para ser políticamente correcta. O sea, que todos los negros me parecen iguales.

También me pasa con los japoneses.

Espero no encontrármelo fuera del autobús. También espero no encontrarme ningún representante de la etnia de color por la calle. Soy capaz de saludarle por error. jajaja. Bueno, quizá consiguiera un nuevo admirador, quien sabe :-)

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