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viernes, 9 de septiembre de 2011

Yo fui un pescadora de marido

Yo fui un pescadora de marido
Experiencias de pesca en la red

Soy Silvia y me embarqué en una búsqueda para encontrar mi hombre ideal, mi alma gemela, mi otro yo, mi complemento o como queramos llamarle que me condujo a la infelicidad y a la ansiedad.

Empecé a buscar por mi cuenta en el mundo virtual un compañero para procrear y fundar una hermosa familia feliz con esplendorosa hipoteca en lugar de esperar que una casualidad romántica me lo trajera. Busqué activamente en la red y fuera de ella –chats, portales de amor de Internet, citas rápidas, citas lentas y lo que se terciara-. En mis inicios estaba mentalizada para vivir y disfrutar del momento.


Sin embargo, me obsesioné y desesperé con cada nueva desilusión y con cada hombre que parecía salido de un catálogo de la feria de los horrores de Marte. Fue un proceso tan lento que no me di cuenta de lo que estaba ocurriendo.

Cuando menos lo esperaba, conocí a una compañera de andanzas, Nereida, que estaba tan obsesionada o más que yo y con la que compartimos desastres y tragos amargos hasta que aprendimos a reírnos de nosotras mismas y volvimos a disfrutar. Tuvimos suerte.

Por ejemplo, nos reímos mucho con aquel que decía ser jugador profesional de póker que perdió mil euros en cinco segundos y no había forma de saber si era un ludópata o un auténtico maestro de la apuesta o con aquel otro prepotente que proclamaba “si eres una ladilla de chat no me interesas”.

Con Nereida descubrimos que no hace falta tener pareja para ser feliz y que una serie de “fracasos” o tropiezos no tienen porque significar que nunca vas a encontrar a nadie y que, de hecho, tampoco importa si uno pasa una época sin pareja o toda la vida. ¿Por qué tenemos que basar nuestra felicidad en tener pareja? Es terriblemente limitado. Las dos nos reconstruimos mutuamente.

Cuando menos lo esperaba, encontré a mi amor en un amigo a quien nunca había mirado como posible pareja.

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