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domingo, 4 de septiembre de 2011

Sonrisa Lectora

Padezco una extraña enfermedad. No puedo evitar leer todo lo que cae en mis manos o pasa cerca de mis ojos o capta mi mirada.

He buscado un nombre para esta enfermedad incómoda y un poco obsesiva, pero no lo he encontrado. Quizá podría ser lectomanía, puesto que grafomanía es la "manía de escribir o componer libros, artículos etc.". Me niego a usar la palabra "letraherido" porque me suena de un cursi que te mueres.

Mi lectomanía me ha llevado a situaciones complicadas. Veo papeles en una mesa e inmediatamente los leo. A veces, si mi vista no me alcanza, incluso puedo llegar a tomarlos en las manos y devorarlos. NO me doy cuenta, no lo hago por curiosidad ni por cotillear, sino porque soy una lectora compulsiva.

Me ocurrió esto con los papeles de mi entrevistador en una importante entrevista para un trabajo... Sin darme cuenta, les di la vuelta para verlos mejor. Y nunca volví a saber de la empresa.

También leo los botes de cosméticos y productos de higiene en la ducha, las etiquetas de las botellas de alcohol en los bares, los anuncios y carteles colgados en los exteriores de tiendas o en cualquier pared, los rótulos de todas las tiendas, los documentos abiertos en los ordenadores de mis compañeros cuando caen al alcance de mi vista porque paso por allí o porque tengo que hacer alguna consulta (eso demuestra mi buena fe y mi inocencia; si no están abiertos en la pantalla no hago nada por abrirlos).... En fin, todo.

Por eso, para evitar meter la pata o quedar como una rara, siempre llevo encima un libro y lo abro cuando tengo tentaciones de leer cualquier cosa inconveniente. (todavía recuerdo aquella vez que le dije a un aspirante a ligue: "sí, pues no puedo evitar leer todos los papeles que encuentro por el suelo" y me miró como si fuera de una galaxia ajena a este universo y se fue pretextando que había quedado. Nunca volví a saber de él).

Por eso, para no quedar como una descarada o una maleducada, cuando voy a una entrevista, llevo mi propio currículum o un dossier con mis trabajos que leo en los tiempos muertos como si lo estuviera consultando.

Es curioso que, en general, no esté mal visto hablar sin ton ni son (teniendo en cuenta que muchas personas están al borde de la ecolalia) y, sin embargo, nosotros los pobrecitos lectómanos que no podemos evitar girar los papeles de la persona que tenemos delante para leerlos, quedamos siempre fatal. Al fin y al cabo, sólo leeemos, no emitimos juicios de valor ni contumelias ni malmetemos ni criticamos... Sólo leemos todo aquello que se cruza en nuestro camino sin hacer daño a nadie en un acto íntimo y discreto.

2 comentarios:

  1. Lo bueno de los lectores compulsivos es que nunca nos va a faltar material para satisfacer nuestro vicio "íntimo y discreto". Yo también llevo algo para leer, aunque sea el catálogo de La Tienda en Casa, cada vez que preveo un tiempo muerto.

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  2. :-D Por suerte. No, nunca nos faltarán libros (o lo que sea) por leer. De hecho, en lo que respecta a nuestra escala humana, la producción literaria es tan vasta que es infinita porque en nuestra vida nunca podremos leer todos los libros que nos interesan.
    ¿Podría servir "obsesivo lectusivo" para calificar nuestro vicio personal y discreto?

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