Tropiezo con mi pie izquierdo con un tronco que Kurt ha dejado por el suelo y
casi me voy de cabeza contra una de las innumerables cajas de la truncada mudanza a ninguna parte, me clavo en el pie una astilla de una madera
mordida por mi bestia perruna y se me cae la jeringuilla para pinchar a mi gata
Lilith, que es diabética. Gracias a Kurt el comedor parece una fábrica de
serrín y palillos. También nadamos en ceniza de la chimenea, la esparce con las
patas para comerse el carbón. Sobre gustos...
![]() |
Las cajas de mi mudanza truncada me miran, acusadoras y amenazadoras. ¡Glups! |
Pa casa de nuevo
![]() |
Le cuento al dragón de mi salón que algún día tendré que marchar para no volver. |
Un día normal, como otro cualquiera, tengo
morados por todas partes a fuerza de tropezar con todo. Con gran esfuerzo,
antes del aislamiento obligatorio en casa había conseguido salir y quedar con gente: “¡Te
estás aislando, te vas a quedar sola, te vas a deprimir!”, clamaban las voces
apocalípticas de mis familiares y amigos para obligarme a quedar con amigos y hasta con conocidos y a hacer visitas y esas cosas de la socialización. Y
ahora que le había empezado a coger un poco el gustillo, me envían para casa de un patadón.
Todo es muy confuso. Hace añísimos que trabajo en casa, estoy adaptada al
medio. Vivo sola, hablo con mi perro y con el dragón de mi salón.
Pandemio y yo
Preparo de nuevo la dosis de insulina de Lilith, que exige
su comida a maullido pelao, y me dispongo a pincharla con mano inexperta y algo
temblona. No me impresiona ponerle la inyección, pero es que soy torpe de
narices (tapadas con un pañuelo). Sí me impresiona el pinchazo que me arreo sin
querer: he calculado mal y la aguja ha traspasado el doblez de piel de Lilith
para ir a hincarse en mi dedo índice. Mejor no me ofrezco como enfermera
voluntaria. Somos como la corte de los milagros: Lilith diabética desde hace veinte días, Kurt epiléptico y displásico y yo fibromiálgica perdida.
“Pandemio, ven aquí”, le digo a Kurt, que a veces es peor que la peste. Es como le llamo en la
intimidad, hace unos días le llamaba “Pazguatín”. Fuera de casa, en los paseos
autorizados, le llamo “Pandemonium” para no asustar ni escandalizar. A veces
tengo la impresión de que estoy perdiendo la chaveta.
![]() |
Kurt es un excelente compañero, aunque un poco plasta. |
Creo que es el décimo día
de encierro (o confinamiento o confitamiento o avinagramiento, depende de la
personalidad de cada uno) y los ánimos están ya bastante crispados. Algunas
personas increpan desde los balcones a la gente que va por la calle.
Sorprendentemente, otras personas que también transitan por las aceras insultan
a otros peatones. Nos estamos volviendo todos locos, histéricos o paranoicos,
cada uno a su estilo. Dejémonos fluir. Yo no hago gárgaras con agua y vinagre caliente, pero tomo al menos tres
naranjas de mi naranjo al día. Y como mucha verdura. Si veis que el brócoli
empieza a escasear, he sido yo.
No me atrevo a correr
Saco a Kurt a pasear y a los cinco minutos empieza a
diluviar. No me atrevo a correr hacia casa para que no me identifiquen como una runner y me detengan o me peguen una paliza. Me calo hasta los huevos. Tengo las manos
ásperas de frotarlas con alcohol. Ayer fue un día pelín paranoico y hoy
también. Supongo que mañana se me pasará y mi epidermis lo agradecerá. Tengo
suerte, soy una obsesiva muy poco constante en sus obsesiones.
El poder del miedo y la incertidumbre
Muchas personas exigen medidas más restrictivas, más
confinamiento más total y llaman criminales a los que salen a comprar dos veces
al día. Quizá alguien debería hacer un estudio sociológico sobre el poder del
miedo como elemento de control de la ciudadanía. ¿Es todo un experimento a gran escala? Si nos hubieran amenazado o coaccionado,
no nos hubiéramos recluido tan eficientemente. No lo critico, sólo reflexiono
sobre el tema. Yo también tengo mis propios miedos: temo por mis padres y por
su salud, los dos tienen más de 80 años. Viven a 15 kilómetros de mi casa, en otro pueblo, y yo les hago la
compra para que no se expongan al virus. También me preocupa que si restringen
los movimientos totalmente no pueda seguir abasteciéndoles.
![]() |
Junto a mi naranjo me siento poderosa e invencible. ¡Vitamina C, soles de invierno, corred por mis venas! |
Intento no ceder al
pánico para no llenarles la casa de latas de atún, naranjas y papel higiénico (no me
llama la atención especialmente, pero si tanta gente lo atesora seguramente es
por alguna razón verdadera o porque tienen información privilegiada, mecagontó).
De vuelta al comedor, compruebo por el agüilla perenne de mi
nariz y la tos (productiva, no vengáis a quemarme con las antorchas encendidas)
que no tengo síntomas. Mis hocicos se cuecen en su jugo, no sé si es por el
frío de mi casa o porque tengo un leve constipado o porque tengo alergia. Igual
tengo alergia al frío. O a los idiotas. Hoy me siento paranoica, ya me he frotado las
manos con alcohol varias veces. Tengo suerte de que soy poco constante en mis
obsesiones.
Mi casa en cajas, Mi caja en casas
Ya no sé si hacer más cajas o deshacer las que tengo
empacadas o tirarlas por la ventana (después de desinfectarlas, por supuesto).
Tengo todos los ingredientes para hacer espaguetis al pesto excepto un mortero
o una batidora… Puede que estén dentro de las cajas que llevé a casa de mi
amigo A, o en las que transporté a casa de mi amigo B o dentro de las que
fueron a parar a casa de mi amigo C. O en cualquiera de las cajas que abarrotan
el pasillo y el comedor. Soy caos. Espero
que la crisis no se alargue mucho, tengo toda mi ropa de verano en casa del
amigo C. O B. Creo. El coronavirus igual no lo pillo, pero como empiece a hacer
calor fijo que me da un chungo.
![]() |
Mi dulce Lilith, 13 años, lucha contra la diabetes. Sigue en casa, no la he mandado sin querer a ningún otro destino. |
Como me iba a quedar sin casa, empecé a repartir todas mis
pertenencias y me preparé mentalmente para llevar una vida nómada, Frago la furgo
mediante. Ahora tengo que desprogramarme
y salir de casa lo menos posible, que es justo lo que venía haciendo antes de
esta crisis horrible. Todo es muy confuso. Tengo dos botas diferentes, no sé
adónde han ido a parar sus parejas. Las dos son del pie izquierdo.
Como fin del
mundo esto es una mierda, ¿Dónde están los fuegos artificiales de auroras
boreales destrozándose entre sí, los estruendos de edificios derrumbándose y de estrellas precipitándose a la tierra y
los sietes zombies tocando sus trompetas? ¿Se acabará el mundo y tendré que
caminar por la eternidad con dos botas del pie izquierdo? Todo sigue siendo muy confuso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.