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lunes, 3 de diciembre de 2018

Invierno en el alma


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Invierno en el alma. El momento más difícil del viaje

"El bulto de Nika es más grande. Tengo la sensación de que es un absceso, aunque está demasiado duro. Si tuviera antibióticos se los daría, pero en la mayoría de países europeos sólo se pueden comprar con receta. Además, es domingo. Desgraciadamente, en mis preparativos para el viaje, no tuve en cuenta esta contingencia.

Nika, mi perratina (perra pegatina). Es imposible hacerle fotos en condiciones porque cuando me agacho viene hacia mí. Está fastidiada, el bulto crece. Estoy asustada.

Estamos sólo a 50 km de Bregenz y me voy directa al camping México. Es pronto. Ahora soy ya un ave diurna.
–Quedas fantástica en tu caravana –le digo a la chica de recepción. Tiene un aire zíngaro bohemio chic hippy encantador y la caravana es antigua, un híbrido entre carruaje y carreta de caballos del lejano oeste.
–No, no es mía –contesta–. No vivo aquí. La caravana es del camping.
No ríe, no sonríe, parece confundida. Tengo que mejorar mi forma de hacer cumplidos o mi inglés. O ambos.
De todas formas, no hay sitio. Todo lleno. Cuando estoy a punto de desanimarme veo una indicación de otro camping y me animo y me pongo de buen humor. Sé que todo irá bien.
Nos dirigimos a nuestro nuevo posible alojamiento (por favor, por favor), el See
camping.
Sé otra palabra en aleman: See, que quiere decir «lago». En general, todos los campings que llevan See en su nombre especialmente con la expresión am See, es porque están al lado de un lago.

El See Camping es un campamento «búscate la vida», el chico de recepción me dice que me ponga donde quiera. Encuentro mi espacio bajo un frondoso árbol y decido quedarme dos días.
Estoy muy preocupada. El bulto de Nika surge de un lado del cuello y llega, como una banda dura, hasta el pecho.

Primero, relajarnos, pienso. Tengo ansiedad; tanto vivido, tanto visto, tantos kilómetros y la enfermedad de Nika pesando como una losa. Por no hablar de que sigo –y seguiré– sin Visa y muchas gasolineras sólo admiten pago con tarjeta.
Nos vamos a la playa de hierba que está al lado del camping y nos remojamos en el lago. A estas horas es puro azul Mediterráneo, me siento como en casa, reconfortada.
En la pradera hay unas cuantas piedras en círculo, en plan pequeño Stonehenge, que señalan algunos lugares donde se puede encender fuego para hacer parrilladas o cantar a lo cumbayá.

El camping tiene acceso al lago y una zona de pícnic. El dueño de un perro me da el teléfono de un veterinario.

Entablo conversación con una pareja que tiene un perro y les cuento el problema de Nika. Él me da el nombre y el teléfono de una veterinaria. La llama él mismo pero no la encuentra.
Más tranquila y con Nika un poco depauperada y abatida, voy a recepción a ver si me pueden ayudar. El amable chico resultón y rubio de la ventanilla consigue visita con la veterinaria para dentro de dos horas y averigua que ella habla inglés. Salgo ya, ir con el navegador del móvil es una locura y todavía no le he pillado el tranquillo. Desgraciadamente, aprendo otra palabra en alemán, Krebs («cáncer»). Nika, diez años y medio, es una superviviente. Tiene tres tipos de tumores, dos de ellos malignos. El de la encía es inoperable. El de la base de la cola no está claro y decidí no torturarla más. Estoy hecha un manojo de nervios y angustia, pero me concentro en conducir.

Consigo llegar a la hora. La veterinaria examina a Nika, vaporiza un esprái anestésico sobre el bulto (gran truco, Nikosia odia los pinchazos) y extrae, con gran dificultad, una muestra para mirarla en el microscopio.
Diagnostica que no es un absceso, que es el cáncer que avanza imparable. No sabe cuánto le queda de vida.
A pesar de todo, le pido antibióticos porque si realmente se está muriendo, no le harán daño y, si es un absceso, como intuyo, espero, deseo, ruego, se curará.

Soy un puzzle deshecho como este escenario para la ópera Andre Chenir de Giordano (Montaje en Bregenz de 2011).
Es  el peor momento del viaje. Una parte de mí piensa, por lo que ha dicho la veterinaria, que Nika no volverá conmigo a casa. Otra parte cree que es una excelente señal que coma con ganas y que sólo se trata de un absceso y una gran infección.

Las dos partes, toda yo, estamos destrozadas.

La veterinaria le pincha una dosis de antibióticos allí mismo y yo rezo para que los 120 euros que me quedan lleguen para pagar la factura. Sorprendentemente, la visita, la punción, el pinchazo y los antibióticos me cuestan 69 euros.

Vamos a seguir adelante, siempre adelante. Hemos recorrido mucho camino y, si realmente se está muriendo, da igual que ocurra en el camino a casa o en algún lugar indeterminado de Europa. La veo muy abatida, pero no acabada. Nos quedaremos dos o tres días en Bregenz, medicándola, para ver cómo evoluciona y, de paso, para conseguir que alguien me envíe más dinero desde España.

Ya en el camping, abrazada a Nika, lloro y le digo que si se tiene que ir, que se vaya, que no se quede por mí, que yo lo único que quiero es que esté bien y no sufra.
Hasta ahora no había llorado, Nika necesitaba que tuviera la cabeza clara y actuara, Nika me necesita. Mantengo la calma y la esperanza. Confío en la vida.

Con esta tendencia al surrealismo que siempre nos acompaña, de pronto aparece un vikingo rubio de ojos azules, barba y melena larga que se pone a darle chuches de perro a Nika y la abraza.
No me da tiempo a avisarle de que Nika odia que la abracen los extraños y que le gruñirá. No obstante, a pesar de que su segundo nombre es Kujo por la cara de mala que pone cuando alguien le hace algo que no le gusta, Nika está encantada.

El vikingo es realmente atractivo... hasta que habla. Debe tener unos 35 años pero parece un niño cándido. Me lo encuentro por todas partes, me habla dos minutos sin saber qué decirme (además, sabe poco inglés) y se va siempre apresurado. Yo dedico lo que queda del día a descansar, leer y bañarme junto a Nika. Parece más animada."

"Hello" me saluda el vikingo fallido por la mañana. Estoy traumatizada. Nika parece más animada, no sé qué va a pasar.
Nuevo fragmento de Yo me largo tour. No sin mi perroSi quieres un ejemplar del libro ponte en contacto conmigo a través de mi página de FacebookAlicia Misrahi Vallès.
Si quieres ver la portada y la contraportada haz clic en Yo me largo tour. La portada



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