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jueves, 7 de febrero de 2013

Sexy Baile de Máscaras

Escoger una identidad, cubrirla –y desvelarla, a la vez, con una máscara- y, quizá desinhibirse y soltarse para disfrutar, dejando a un lado las limitaciones y las normas cotidianas, es Carnaval. Una época donde la realidad se altera y todo es posible, ¿quieres jugar?




Por Alicia Misrahi. www.aliciamisrahi.com
Carnaval es la fiesta del color y de la primavera en pleno invierno, una tierra de nadie donde puede vivirse sin culpa casi todo lo que no está permitido normalmente. Máscaras y antifaces sirven para adoptar personalidades y actitudes distintas a las habituales y para vivir o plantear situaciones  y juegos imaginativos y con mucho morbo.


Máscara misteriosa que juega


Juego de ocultación y de exhibición, las máscaras –que nos igualan a todos y nos pueden hacer diferentes según el motivo o forma que escojamos- se prestan al juego y a la desinhibición y a rescatar algún “Yo” perdido -o arrinconado por las convenciones sociales y por el qué dirán –, quizá, más atrevido, juguetón, desenfadado y festivo.  La responsabilidad y la seriedad deben aparcarse.
La máscara erotiza porque permite ver los ojos, enmarcados en un elemento con expresión fija. La vida interior contra la fría máscara.  Es el misterio de quien no enseña más que una parte de su rostro y, sin embargo, se muestra totalmente con su comportamiento. Las máscaras pueden ocultar la mitad inferior del rostro o, bien, dejarla libre para sonreír y besar con total libertad.

El beso de Rene Magritte


Si quieres celebrar una fiesta y te apetece crear un ambiente determinado, puedes informar con antelación a los invitados de que es una fiesta temática: un baile de máscaras del siglo XVIII, personajes de cine o actores con mucho glamour y fáciles de reconocer, una recreación de los Carnavales de Venecia, una fiesta en blanco y negro, un encuentro de superhéroes de Cómic….
Máscaras para dos… o más
Son muchos los juegos excitantes que se pueden realizar con máscaras. Desde una cena romántica para dos –o tres o cuatro o más- en la que los participantes lleven el rostro cubierto –o, en un juego más provocativo y provocador, sólo vistan una máscara- y adopten una personalidad diferente a la habitual: más distante, más autoritaria, más sexual, más complaciente, más bromista, más juguetona, más abierta, más ácida, más segura, más infantil, más audaz, más sex simbol… Lo que se le ocurra a cada uno; su deseo secreto: aquella parte de sí que no muestra al público y que el juego de máscaras puede desenmascarar.



Un baile de disfraces se presta a los juegos, que hay que preparar con antelación. Es una fiesta que apela a la diversión y a olvidarse de las reglas, de las normas y, en gran medida,  de las inhibiciones y de la moral. Se pueden preparar divertimentos sencillos y provocativos que ayuden a romper el hielo y a que los asistentes bailen, besen y se suelten. No hace falta nada complicado, simplemente recurrir a juegos de la adolescencia como “Verdad o acción” o “la botella”. En este último, además de besar a quien toque, se pueden introducir otras variantes como tocar alguna parte del cuerpo del compañero que te toque en suerte o bailar de forma sexy con él o ella. Para decidir qué toca hacer, se puede asignar a cada puntuación de un dado una actividad concreta.



Y, sobre todo, los organizadores deben ser avispados y flexibles: si la mayoría de la gente está bailando como loca o haciendo el ganso –a pesar de que vayan disfrazados de elegantes gentlemen-, no es el momento de romper el ritmo con actividades programadas.
El primer juego, en una fiesta privada con bastantes invitados, podría ser asignar a cada uno un papel, que quizá se corresponda con su disfraz o no… Hay muchos papeles posibles: seductor/a, chistosa/o, orgulloso/a, hablador/a, metepatas, patoso/a, inocente, loca/o, conquistadora o devorador de mujeres, tímido/a, excéntrica/o, el espía que tiene que enterarse de los secretos de los asistentes… Haced vuestro rol creíble, puede ser un reto muy divertido.



Una opción interesante es hacer crecer la tensión sexual celebrando una cena de lujo con vestidos de fiesta y en la que esté permitido bromear, tocar y seducir a todo el mundo pero con calma. Excitar y provocar, con caricias lentas o con ligeros toques que parezcan accidentales, dilatando en el tiempo la entrega sexual.
A la búsqueda del disfraz perdido
O, a lo mejor, acudir a una fiesta de disfraces o de máscaras disfrazados pero sin comunicar al otro cuál va a ser el disfraz e intentar descubrirse entre los asistentes. Queda al libre albedrío de cada uno –o al consenso entre los dos- hasta qué punto se puede jugar con los desconocidos cuando se descubre que no son la persona buscada. Otra posibilidad, para evitar la soledad, es jugar con una pareja amiga de forma que ellas busquen por un lado  y ellos, por otro. O, con más picardía y riesgo, que cada equipo de jugadores/buscadores lo formen una mujer y un hombre que no son pareja.



Las posibilidades en este juego de identidades y máscaras son innumerables. Podéis llevar todos el mismo disfraz,  acudir a la fiesta por separado y encontraros allí. Si por el camino o cuando todos ya os hayáis reunido, os encontráis con alguien que coincide con vuestro atuendo, ¡intentad ganarlo para vuestra causa!
Si no te van demasiado los experimentos, pero quieres vivir una noche intensa de carnaval, piensa que cualquier novedad que introduzcas en el juego amoroso tiene efectos afrodisíacos e invita a la pasión y a la fantasía: sirve una máscara o un antifaz combinado con un conjunto interior nuevo que normalmente no usarías. O, si te apetece ser más audaz que de costumbre, aprovechar el anonimato que os dan las máscaras para pasearos por vuestra ciudad y excitaros y besaros en público.



Los encuentros entre dos pueden ser explosivos si ambos se dejan subyugar por el poder de la máscara: nada de palabras, sólo actos y besos y caricias, como si fuerais dos desconocidos que acaban de descubrirse. Si el amo de este juego ha colocado previamente, por sorpresa, un gran espejo en una habitación o acudís a un hotel o un meublé donde haya uno o varios –distribuidos estratégicamente por las paredes y el techo- el resultado puede ser explosivo.
Y, si no tienes pareja, ¡la fiesta es tuya! Para mayor seguridad, puedes convocar una fiesta con amigos de diferentes círculos en la que cada uno invite un amigo, convenientemente disfrazado, del sexo opuesto. ¡La variedad está garantizada!



Complicidades swingers
-Organizad una fiesta para parejas liberales en la que todos vistan igual: una capa negra y una máscara, por ejemplo. Liberados por el poder de la máscara y la magia de una noche con ecos lujuriosos, todo es posible.
-Propón a tus amigos swingers –o, en su defecto, a algún local al que suelas acudir- que organicen una fiesta de la disponibilidad donde los que se desnuden acepten servir, especialmente en el terreno sexual, a los que permanezcan vestidos. Recordad que, por mucho que los desnudos acepten, en principio, su rol de sumisos, un no es un no y el ambiente swinger se basa en el respeto. Quizá habrá participantes a los que les excite exhibirse desnudos con su máscara y sentirse expuestos y disponibles, pero no quieran llegar a más. Para ahondar en el juego psicológico, podríais plantearlo al revés: son los hombres y mujeres que van vestidos los que asumen el papel de sumisos.



-Celebrad una fiesta en la que sólo se permita la asistencia de disfraces animales –que podéis conseguir fácilmente con bodys y mallas de los colores  adecuados  y con aditamentos como colas, orejas, bigotes, plumas, picos, patas, entre otros elementos-, con sus correspondientes máscaras, y que cada asistente se comporte según las características y aptitudes atribuidas a su animal. Si se os llena la fiesta de gatitas, tigresas y panteras, que alguien asuma el papel de domador y las castigue –suavemente- por su falta de imaginación. Variante: los animales se quieren… Esto quiere decir que ceden a sus instintos animales más primarios, entre ellos beber, comer y, por supuesto, hacer cortejos en los que cada uno muestra su carácter animal y sus puntos fuertes y débiles.



-O un pasito más allá… Convocad una Fiesta Furry. Es decir, en la que todos vayan disfrazados no ya de animales glamourosos y sexys con sus bodys pegados al cuerpo marcando formas (que es otra interesante posibilidad), sino de peluches con su voluminosa y suave envoltura y su cabeza.
Los peluches en estas fiestas, según la versión que pudimos ver en C.S.I. de estos encuentros se frotan unos con otros para darse cariño… Y, también, ceden a sus pulsiones animales. Eso sí, procurad que la calefacción no esté muy fuerte porque la experiencia puede ser demasiado caliente.

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